El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) indica que, en los últimos 60 años, el 40 % como mínimo de todos los conflictos dentro del Estado tienen un vínculo con los recursos naturales y que este duplica el riesgo de reincidencia en el conflicto en los primeros cinco años.
Muchos conflictos violentos se han visto impulsados por la explotación de los recursos naturales, ya sean recursos de gran valor como la madera, los diamantes, el oro, los minerales y el petróleo, o escasos como la tierra fértil y el agua. Además, los recursos naturales, especialmente el agua y la vegetación, se ven cada vez más afectados por el cambio climático, lo que agrava la escasez de recursos y repercute en los medios de subsistencia.
Trashumancia y conflicto
Los conflictos entre agricultores y ganaderos son un ejemplo de los que se deben, entre otras cosas, a la rivalidad por los recursos naturales y se ven muy afectados por el cambio climático. Históricamente, los medios de subsistencia de agricultores y ganaderos se complementaban mutuamente, y antiguos acuerdos permitían una dinámica pacífica entre ambos grupos durante la temporada de trashumancia. Sin embargo, en las últimas décadas, estos acuerdos se han visto sometidos a una presión cada vez mayor.
La disminución de los recursos naturales y el cambio climático, que provocan desertificación, erosión del suelo y sequía, han exacerbado la competencia por los recursos naturales, empujando a los ganaderos a aventurarse hacia nuevas zonas en busca de pastos para su ganado; el alejamiento de las rutas migratorias tradicionales y la usurpación de tierras agrícolas han avivado las tensiones.
Asimismo, el debilitamiento de las instituciones del Estado y la falta de infraestructuras han provocado la incapacidad de los gobiernos para hacer cumplir la ley de forma eficaz y ofrecer soluciones pacíficas a los conflictos.
Las operaciones de paz de la ONU respaldan los mecanismos locales y tradicionales para prevenir, mitigar y resolver los conflictos relacionados con la trashumancia a través de mecanismos de alerta y respuesta tempranas y de apoyo a los mecanismos locales de resolución de conflictos. Para ello se apoya el diálogo antes y después de la temporada migratoria, la demarcación de las rutas migratorias, la inversión en infraestructuras comunitarias, los mecanismos informales de resolución de conflictos y la gestión de patrullas conjuntas militares y policiales a lo largo de dichos corredores migratorios para disuadir de la violencia. Asimismo, las misiones trabajan con las autoridades para fomentar soluciones sostenibles promoviendo la cohesión social y los marcos institucionales que regulen las tensiones propias entre ganaderos y agricultores.